En pocos escritores puede paladearse un lenguaje tan bello y sublime. El alma del poeta sevillano, impregnada de lirismo, nos ofrece una prosa que conmueve, sugiere y transporta.
Gustavo Adolfo Bécquer, símbolo del romanticismo —tardío— hispano del siglo XIX, se erige, con su bellísima obra, en una de las grandes figuras de la literatura universal.
Heredero de la tradición gótica, cuyas huellas conducen a Hoffman, Scott, Poe, Espronceda o Víctor Hugo, sus LEYENDAS suponen la elevación del género fantástico español a cotas nunca antes alcanzadas y, asimismo, un profundo influjo en escritores posteriores, algunos de honda raíz realista como el propio Vicente Blasco Ibáñez. (Con toda justicia, la editorial Valdemar prepara un volumen suyo en la colección gótica).
A pesar de su corta vida —tan sólo 34 años—, hecho que acentúa el halo trágico de todo escritor romántico, nos dejó un legado literario prodigioso.
Nadie como él ha sabido expresar con tanta precisión y dulzura los mil matices de la música, los rumores de la naturaleza, los contrastes de luz. A través de sus descripciones podemos ver, sentir, tocar, escuchar. Partiendo de tradiciones, lugares y paisajes reales, logra transformar la realidad hasta convertirla, bajo un prisma siempre poético, en un universo mágico, onírico, sobrenatural o siniestro.
Soterrado bajo el peso literario de alemanes, británicos, norteamericanos o franceses, y eclipsadas en gran parte por su genial producción poética recogida en las Rimas, surge un fabuloso tesoro: las LEYENDAS, que, imperecederas, parecen no haber perdido ni un ápice de vigencia, bien al contrario, ganar vigor con el paso del tiempo.
En suma, un majar que hará las delicias de cualquier lector en busca de una pasión literaria.
La mesa está servida; el menú variado y exquisito. No olviden degustar cada bocado. ¡Bon appétit!
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