Heredero de la “ghost story” (cuya senda iniciara el irlandés Joseph Sheridan Le Fanu), Edward Frederic Benson comparte, junto a su amigo M.R. James, un lugar privilegiado en el elenco de grandes maestros del relato espectral.
Ambos pertenecieron a la Chitchat Society de Cambridge, que tenía sus reuniones la noche de los sábados. Precisamente en uno de aquellos encuentros, el 28 de octubre de 1893, tuvo lugar un hecho histórico. Ese día, el doctor James leyó sus dos primeros cuentos de terror ante un selecto auditorio. Benson estaba entre ellos. La chispa prendió en el joven Edward. Desde entonces, decidió seguir los pasos del maestro.
Ambos pertenecieron a la Chitchat Society de Cambridge, que tenía sus reuniones la noche de los sábados. Precisamente en uno de aquellos encuentros, el 28 de octubre de 1893, tuvo lugar un hecho histórico. Ese día, el doctor James leyó sus dos primeros cuentos de terror ante un selecto auditorio. Benson estaba entre ellos. La chispa prendió en el joven Edward. Desde entonces, decidió seguir los pasos del maestro.
En este sentido, su aportación clave al género es la concepción “moderna” del cuento de terror. Lejos de ruinas, castillos, pasadizos y mazmorras —tan propias del mundo gótico—, Benson aborda el miedo a lo desconocido inserto en la vida cotidiana. De forma magistral, ahonda en parcelas profundas y oscuras de la psique humana. Ejemplos de ello son los fenómenos ocultos o el mundo de los sueños. Sus relatos La habitación de la torre, El rostro o Alfred Wadham el ahorcado, están plagados de ideas originales: la inserción de “atmósferas psíquicas”, los límites difusos entre sueño y realidad, o el dinamismo onírico (las pesadillas no son estáticas; el tiempo transcurre en ellas. La gente envejece y los paisajes cambian).
Las historias de Benson se leen con sumo placer. La fuerza visual de sus relatos, el dominio del lenguaje, preciso y fluido —salpicado de bellas descripciones de la naturaleza—, conforman una producción exquisita, solamente empañada por la repetición en la estructura de algunos relatos que merman su efecto y los hacen previsibles.
Por último, cabe destacar otro aspecto sorprendente: la aparición de precedentes del Horror Cósmico Lovecraftiano en su obra. Así, en Negotium perambulans, nos sumergen en un pueblo marino que recuerda a Innsmouth, con el sugerente John Evans, pintor del más allá, y la entidad amorfa que acecha en la oscuridad. Por otra parte, en Y ningún pájaro canta encontramos todos los ingredientes típicos de Los Mitos de Cthulhu.
Concluyo con la frase de uno de sus personajes:
“Claro que me gusta sentir miedo…es la más absorbente de las emociones. Si tienes miedo te olvidas de todo lo demás”. (El cobrador del autobús)
No hay comentarios:
Publicar un comentario